Participantes

Muy perturbador, pesimista, pero también muy inteligente. Elijo una cita: Somos los que no pretendemos ser.

Lo que nos presenta esta obra es la idea de que no hay otra cosa más que la tristeza, construida a base de aburrimientos y renuncias. No es recomendable esta lectura para gente que tenga problemas con el desánimo porque la sensación que te deja es la desolación: el desasosiego.

Este libro me ha planteado la cuestión de entender que para el autor el desasosiego se llega a convertir en la base de la experiencia y que, a partir de esta, se alcanza una especie de tranquilidad y de ironía. Creo que la clave de la poesía de Pessoa está en este libro y su carácter único. Desde este punto de vista no estaría muy seguro de recomendar este libro para su entrada en los clubes de lectura de las bibliotecas.

Este libro es una maravilla porque describe a una persona que son dos personajes: Joana cuando está con otras personas y cuando está sola. Cuando Joana está acompañada, los demás personajes no son capaces de entenderla, pero cuando está sola se nos muestra como es ella misma y accedemos a su mundo interno al lector. Delante de los otros parece no encontrar. La excepción es la relación con su padre, con quien sí hablaba, pero luego se queda sola.

Me ha impresionado la relación con el marido. No le abandona, aunque parecería que quiere hacerlo, incluso después de que se entera que él la estaba engañando con Lidia.

Un gran libro. Muy recomendable trabajar con esta novela en una dinámica de grupos de lectura.

En esta novela hay bastante más de decadente y, según voy viendo, de enfermizo que en Clarín: es más Flaubert que otra cosa. Me está encantando.

Es continua la referencia a la obsesión de muchos personajes de salir de viaje por Alemania, Francia o Italia, como queriendo escapar de la península.

Una gran novela que nos ha dado muchas conversaciones enriquecedoras sobre literatura, Portugal y sobre la relación entre nuestros dos países.

La lectura me está impactando. Hay algo de La Edad de la Inocencia de Wharton